Orfeo y Eurídice, un amor que la muerte no pudo separar
- Mitología
- 1 de diciembre de 2021
- Osberto Toledo
Al momento de preguntarle a alguien sobre cuál es la mayor Historia de Amor que conozcan, muchos de forma casi automática responderán que la de Romeo y Julieta. Y a pesar de que muchos no hayan leído nunca la obra de William Shakespeare, las adaptaciones y fama que la misma posee es algo que ha trascendido durante generaciones.
No obstante, en ésta ocasión les hablaremos sobre una Historia de Amor mucho más antigua, la cual se remonta a los relatos de la Mitología Griega. Y a pesar de que la fidelidad y el amor no sean algo que caracterice del todo a la mayoría de estas leyendas. Les aseguramos que quedarán cautivados al ver como el amor es capaz de desafiar incluso a la muerte.
El origen de un poeta
Orfeo nació en Tracia, y su madre era Calíope, una de las Musas. En lo referido a su padre hay dos versiones, ya que a pesar de ser reconocido como hijo de Eagro, el Rey de Tracia, se rumoraba que su verdadero padre era el Dios Apolo, y que por ello Orfeo lo veneraba y le rendía culto, a la vez que recibía la bendición de él.
Apolo era honrado en Grecia como el Dios de la Profecía, pero también se le atribuían el conocimiento, el tiro con arco, la música y la poesía. Siendo uno de los Olímpicos más venerados, destacando entre los lugares de su culto el famoso Oráculo de Delfos, al cual, como les hemos contado en otros Artículos, consultó Hércules para saber cómo expiar su culpa por las muertes causadas en sus ataques de ira.
Un regalo de los dioses
Orfeo llegó a ser reconocido como un gran poeta y músico, destacando especialmente por el uso de la Lira, un peculiar instrumento de cuerda, el cual le fue entregado por el mismo Apolo. Respecto a éste regalo y al origen mismo de la Lira, reseña Eratóstenes lo siguiente:
Este instrumento musical fue inventado por Hermes a partir del caparazón de una tortuga y de los cuernos de las vacas de Apolo; tenía siete cuerdas, en recuerdo de las hijas de Atlas. Se la entregó a Apolo, quien después de entonar un canto con ella se la regaló a Orfeo, el hijo de Calíope, una de las Musas, que amplió el número de cuerdas a nueve en honor de las Musas, mejorando con mucho la lira. Orfeo fue muy apreciado entre los hombres, hasta el extremo que se sospechaba que embelesaba a las fieras y hasta a las piedras con su canto.
Eratóstenes. Mitología del Firmamento (Catasterismos) Capítulo 24: Lira. Versión de Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1999.

Orfeo, un miembro de los Argonautas
Además de su talento con la Lira y la poesía, Orfeo también fue un aventurero, habiendo formado parte de la tripulación del Mítico Argos, el navío que dirigido por Jasón partió en búsqueda del Vellocino de Oro. Y a pesar de que en ésta ocasión no nos adentraremos en esa historia (la cual prometemos desarrollar muy pronto), haremos mención de un evento de éste viaje, en el cual Orfeo demostró su valía como uno de los Argonautas.
Al partir el Argos, Orfeo era el encargado de marcar el ritmo que debían llevar los remeros de la nave. Sin embargo, la travesía hacia el Vellocino de Oro no iba a ser un simple viaje de pesca, sino que se iban a encontrar con un gran número de obstáculos en su camino.
Uno de ellos iba a ser la melodía encantadora de las sirenas, las cuales atraían con su canto a los marinos para hacer que sus naves encallaran, conduciéndolos luego a una muerte segura. Sin embargo, no les hizo falta atarse al mástil del barco para evitar ser atraídos (como lo hiciera Odiseo cuando fue tentado por ellas) sino que, como lo relata Apolonio de Rodas, fueron los talentos de Orfeo los que salvaron a los Argonautas:
Los nautas; llevados por brisas bonancibIes izaron velas, y navegan con ellas desplegadas, hacia una isla que les aparece una canastilla de flores, y adonde les atrae el canto de las pérfidas sirenas. Tétis, a la que rodean las nereidas, sus ninfas, ve con espanto que el Argo, despreciando al parecer su ayuda, va a arribar a la peligrosa playa y lo hubiese hecho, a no ser que Orfeo, templando su lira, canta, con tan vibrantes acentos, que las sirenas enmudecen. Sólo uno de los argonautas, alucinado, se arroja desde su banco de remero a las olas, donde halla segura muerte.
Apolonio de Rodas, Los Argonautas (La Argonáutica), Capítulo VIII
Como un dato adicional, mencionaremos que según Apolodoro, éste imprudente miembro de la tripulación se salvaría de la muerte gracias a una intervención divina:
Cuando pasaron cerca de las Sirenas, Orfeo retuvo a los Argonautas entonando un canto contrario. Solo Butes se arrojó hacia ellas, si bien Afrodita lo rescató y lo instaló en Lilibeo.
Apolodoro. Biblioteca Mitológica, Libro I, Pasaje 1.9.25.
Eurídice, la ninfa que cautivó el corazón de Orfeo
Como ya hemos visto, Orfeo fue sin duda alguna un músico sumamente hábil, al punto de que se decía que su talento con la lira le permitía cautivar incluso a las bestias más fieras. Y como deben suponer, serían también muchas las mujeres que quedarían enamoradas de él.
Sin embargo, y a pesar de que no sea algo precisamente común en las Leyendas Griegas, Orfeo no parecía querer sacar partido de ésta situación. Ya que se cuenta que la única que realmente logro robar su corazón fue Eurídice, una hermosa Ninfa, de la cual quedaría profundamente enamorado, y con la cual se casaría.
Por desgracia, su felicidad se vería interrumpida por un trágico suceso.
La muerte de Eurídice, el inicio de una travesía
Los eventos que causaron la muerte de Eurídice tienen distintas versiones, ya que diferentes relatos indican que durante un paseo con las Náyades, la Ninfa fue mordida por una serpiente, cuyo veneno causaría su muerte. Mientras que en otras versiones sería Orfeo quien la acompañara, o pisaría ella la serpiente al huir de Aristeo (un Dios menor). Pero sin importar como se llegó a ello, todas las versiones coinciden en el trágico final.
Ante tal hecho, Orfeo desesperado se negaría a perder a Eurídice, por lo cual decide descender al Inframundo a buscar a su amada, sin importarle los obstáculos que deba sortear para recuperarla. El primero de ellos fue Caronte, el Barquero del Río Estigia, el cual solo conducía las almas de los muertos; pero que quedó cautivado con la lira de Orfeo, por lo cual le concedió el paso.
Luego de esto, usaría también su lira para apaciguar a Cerbero, el Guardián de las Puertas del Inframundo (de quién nos hemos referido anteriormente para relatar su captura a manos de Hércules). Despues de ello, llegó ante Hades, el Rey del Inframundo y su esposa Perséfone, a los cuales suplicaría que le concedieran recuperar a Eurídice, algo que harían luego de ser cautivados ellos también por la lira de Orfeo.
La voluntad de Hades
En éste punto, vale la pena aclarar algo que suele ser malinterpretado por muchas personas. Ya que al ser Hades el Dios del Inframundo, suele ser considerado como un villano o un ser de maldad. Sin embargo, eso es algo bastante alejado de la realidad, ya que a diferencia de muchos otros dioses, que solían ser bastante caprichosos, Hades era un dios justo, y en ciertas ocasiones benevolente, siempre y cuando respetaran sus designios.
Vale la pena recordar que cuando Hércules descendió al Inframundo para capturar a Cerbero, Hades no se opuso ni intervino en contra de él, poniéndole solo una condición al Héroe (capturarlo sin armas o sin lastimarlo, depende de la versión que leamos), y como relata Apolodoro, con Orfeo también colocaría un único requisito para acceder a su petición.
Cuando murió su mujer, Eurídice, mordida por una serpiente, bajó al Hades con la intención de subirla y convenció a Plutón de que la enviase hacia arriba. Este prometió que lo haría, si Orfeo al marcharse no se volviera hasta llegar a su casa; pero él desconfiando se volvió y miró a su mujer, que de nuevo regresó abajo.
Apolodoro. Biblioteca Mitológica, Libro I, Pasaje 1.3.2.
Por ello, al no haber cumplido con la regla que impuso Hades, Orfeo perdería para siempre la oportunidad de recuperar el alma mortal de Eurídice. Y ni siquiera su lira lo ayudaría a volver a convencer ni si quiera a Caronte, para que lo condujera de nuevo al Inframundo.
En éste punto, puede notarse la gran similitud que hay entre la Historia de Orfeo descendiendo al Inframundo para rescatar a Eurídice, con la de Izanagi cuando se dirigió al Yomi para rescatar a Izanami, en especial porque en ambos casos fue la desconfianza y la desesperación lo que les impidió recuperar a sus esposas. (Si quieres leer más sobre esta historia, entra aquí)
El fin de Orfeo
Teniendo que vivir con su fracaso, Orfeo vagó por la tierra sin tener un motivo real para su existencia, despreciando en su camino a cualquiera que se le acercara, algo que acabaría causando su muerte. Ya que las Ménades (seguidoras del dios Dioniso), se llenarían de odio al ser rechazadas, y el mismo Dioniso, el cual le guardaba rencor a Orfeo por honrar a Apolo por sobre él, las incitaría a atacarlo, por lo que acabaría siendo despedazado por ellas (Apolodoro. Biblioteca Mitológica, Libro I, Pasaje 1.3.2).
Los restos de Orfeo quedarían esparcidos en la tierra, sin embargo, Eratóstenes relata lo ocurrido con ellos. Al igual que el destino de su legendaria lira, la cual sería inmortalizada en el cielo nocturno como una constelación:
Más tarde, las Musas los reunieron y les dieron sepultura en un lugar llamado Libetra.
Como no sabían a quién asignar la lira, pidieron a Zeus que la transformara en una estrella, a fin de que permaneciera en el firmamento como recuerdo del poeta y de ellas mismas. Zeus accedió y allí fue colocada.
Eratóstenes. Mitología del Firmamento (Catasterismos), Capítulo 24: Lira. Versión de Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1999.
Un amor que superó a la muerte
Las historias de amor no siempre tienen un final feliz, sin embargo, saber esto no lo hace menos lamentable para quienes las leen. Ya que, ver como una pareja no puede vivir y disfrutar el amor que estaba destinado para ellos no es algo precisamente agradable.
Sin embargo, hay versiones que señalan que ésta historia no tuvo un final trágico, sino que a sus protagonistas se les concedió la oportunidad de estar juntos de nuevo. Ya que, se dice que las almas de Orfeo y Eurídice por fin se reencontraron, y los dioses les permitieron a ambos permanecer por la eternidad en los Campos Elíseos, una especie de paraíso a la que solo los Dioses y las almas de los mortales que ellos elegían podían ir, y según relata el poeta Ovidio:
Su sombra alcanza las tierras, y esos lugares que había visto antes, todos reconoce, y buscando por los sembrados de los piadosos encuentra a Eurídice y entre sus deseosos brazos la estrecha. Aquí ya pasean, conjuntando sus pasos, ambos, ora a la que le precede él sigue, ora va delante anticipando, y a la Eurídice suya, ya en seguro, se vuelve para mirarla Orfeo.
Ovidio, Metamorfosis, Libro XI, Versos 61-66.
Continúa con nosotros
Esperamos que ésta historia haya sido de su agrado, y que la hayan disfrutado tanto como nosotros, al mismo tiempo les deseamos a todos nuestros lectores la mayor de las fortunas en el amor, y que no deban sortear tantos obstáculos como los que Orfeo y Eurídice debieron afrontar para por fin estar juntos.
Sin embargo, recuerda que como decía Maquiavelo, la fortuna es quisquillosa, por lo que solo los hombres y mujeres virtuosos pueden dominarla. Así que no dejes de luchar por el amor, ni por ninguno de tus deseos, ya que nunca sabes si puedes llegar a conquistarlos.
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Finalmente, nunca olvides que no solo debes mirar un árbol, debes permanecer Observando Al Bosque.