El valor de una promesa

En Artículos anteriores, hemos hecho referencia a elementos que rigen las características mediante las cuales podemos diferenciar a los individuos en conjunto. Debido a su idioma, la religión en la que crean, o incluso por la aceptación o rechazo a las noticias que se hacen “tendencia” en el acontecer nacional o internacional.

Ciertamente estos elementos son en gran parte inculcados desde que nacemos por la sociedad en la que nos haya tocado vivir (el lenguaje que escuchamos de nuestros padres o personas que nos rodeen por ejemplo depende del país en el que estemos o del lenguaje que usen quienes nos rodeen). Y acaban influyendo en gran medida en la personalidad que cada uno, con los años, vaya formando.

Todos aman la vida, pero el hombre valiente y honrado aprecia más el honor.

William Shakespeare

Sin embargo, y a pesar de que a veces lleguemos a pensar lo contrario de algunas personas. Los humanos no somos seres automatizados o sin emociones que sean definidos solo por su entorno. Más bien mezclamos en cada uno un conjunto de principios morales (los que nos inculca la sociedad) y de valores éticos (los que cada uno posee como individuo y que varían dependiendo de la percepción que cada uno tenga).

una promesa
Photo by marcos mayer on Unsplash

¿Por qué se incumple una promesa?

No obstante, es precisamente por esta ética individual (que obviamente puede llegar a diferir con la de otros individuos) que en la sociedad se definen normas de conducta para regularnos. Es más, incluso a un nivel más particular, se establecen contratos o reglas entre individuos para llegar a un punto de aceptación mutuo al momento de realizar acuerdos (esto no quiere decir que siempre sean justos o no como ya se mencionó eso va a depender de la concepción individual).

En la actualidad, hay distintos elementos o mecanismos que hacen que los individuos den cumplimiento a los acuerdos que aceptan a nivel individual, o que les sean impuestos por la sociedad. Muchos de ellos sin embargo deben verse apoyados en un contrato físico que demuestre  la aceptación o imposición de éstos. Dándole cada vez más peso a la expresión “el papel lo aguanta todo”.

Sin embargo, no siempre ocurrió así. De hecho, en la antigüedad bastaba solo con una promesa, para que un individuo o incluso toda su familia quedaran atados por mera cuestión de honor a dar cumplimiento cabal a las obligaciones que estaban contrayendo.

La promesa del meñique

Puede que hayas visto alguna vez a niños haciendo una promesa mientras se enganchaban cada uno con el dedo meñique. O incluso puede que lo llegaras a hacer tu en señal de una promesa. Desconociendo el peligro que hubieses corrido en otras culturas al no cumplir tu palabra.

En ciertas culturas ésta práctica significaba que se estaba haciendo una promesa vinculante. Y en el caso de que alguna de las partes no cumpliera, ése dedo meñique le iba a ser amputado en señal de traición. Así que probablemente dejes de ver éste amistoso gesto como algo tan inocente.

En Japón ésta práctica se mantiene en cierta forma entre los Yakuza (la mafia japonesa). Y se le aplica a aquellos que falten a su honor o que hayan realizado alguna ofensa grave.

Tiene un origen que se remonta a la época de los antiguos samuráis. Debido a que el dedo meñique es el que permite empuñar correctamente las katanas, y al no ser capaz de usar la espada se quedaba expuesto y sin poder defenderse debidamente en un lucha.

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Photo by Krys Amon on Unsplash

Amputaciones

Como mencionamos anteriormente, una promesa o contrato no son solo a nivel individual, sino que también incluyen aquellas normas que se imponen para el “funcionamiento correcto de la sociedad”. Y a pesar de que en algunos casos una promesa puede parecer injusta, en muchos otros resultan necesarias para proteger nuestra seguridad  y pertenencias.

Sin embargo, no todo el mundo acepta esto, y desde siempre han existido aquellos que desean hacerse con los bienes ajenos. Aun así, y a pesar de que desgraciadamente esto quede impune muchas veces, no siempre pueden salir bien librados al ser atrapados.

Tal es el caso de una práctica frecuente en la antigüedad en el Medio Oriente y África. En donde el castigo a los ladrones era amputarles una o ambas manos, para asegurarse de que no volvieran a tomar nada que no les perteneciera. Y aunque suene difícil de creer para algunos, hay casos documentados de ésta práctica en años recientes, e países como Irán, e incluso en las zonas mineras de Venezuela y Brasil.

El peso de una promesa

Puede que las medidas que se tomaran para asegurarse de que las personas cumplieran una promesa o se comportaran correctamente les puedan parecer extremas a muchos de nuestros lectores. Pero hay que admitir que todos en algún momento nos hemos frustrado por tener que lidiar con personas sin ética y que faltan a las normas, lo cual por desgracia se ha vuelto cada vez más común. Y  ha contribuido en gran medida al deterioro de la sociedad y de la condición misma de individuos.

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